martes, 5 de julio de 2016

Una opinión como cualquier otra

      


La noticia se produjo ya hace unos meses. Es cierto que su comentario ahora resulta bastante desactualizado, pero ¡qué demonios! es algo que me apetece mucho, que me lo pide  el cuerpo desde entonces. Me estoy refiriendo al poema que recitó la poeta (¡nunca poetisa!)  Dolors Miquel en la sesión de entrega de los Premis Ciutat de Barcelona del pasado febrero. Aquí lo reproduzco:

“MARE MEVA, QUE NO NI SÉ ON ETS, DE QUI NOMÉS EN TINC EL NOM…”
Mare nostra que esteu en el cel
sigui santificat el vostre cony
l’epidural, la llevadora,
vingui a nosaltres el vostre crit
el vostre amor, la vostra força.
Faci’s la vostra voluntat al nostre úter
sobre la terra.
El nostre dia de cada dia doneu-nos avui.
I no permeteu que els fills de puta
avortin l’amor, facin la guerra,
ans deslliureu-nos d’ells
pels segles dels segles,
Vagina.
Anem…

En primer lugar, un momento para la reflexión: ¿Es un ataque a la Virgen o una reivindicación de María, madre a la que podemos recurrir como mujeres? No voy a debatir  cuestiones de libertad de expresión u ofensas a las creencias religiosas, no es  esta mi intención. Por esto mismo, porque soy capaz de admitir que cualquier persona puede  expresarse u ofenderse libremente me siento autorizada  a dar mi opinión. Y sí,  mi verdadera intención es  felicitar a una mujer que ha sido tan valerosa de poner por escrito y luego recitar en público un poema que denuncia provocadoramente  la utilización de  la figura de una sencilla mujer, María, la madre de Jesús, para sofocar durante siglos la sexualidad femenina.
Para la Iglesia y sus poderosos acólitos todas las mujeres somos hijas de Eva, que  nació de la costilla de un varón, desobediente, pecadora e  inductora del pecado de Adán, y culpable para los restos   de la penitencia  que tendría que cumplir  toda la especie humana: “ganarse el pan con el sudor de su frente y parir con dolor”. Aunque ahora, con la epidural se les caen algunos palos del sombrajo. Paralelamente, asimilamos el dogma de la virginidad perpetua de María, muy conscientemente elaborado  para justificar la divinidad de Jesús. Sí, había nacido de mujer pero de una mujer virgen, requisito indispensable y suficiente, al parecer, para engendrar un dios. Virgen, madre, sumisa ante los designios de quien estaba por encima de ella, Dios Padre (hombre por supuesto), y esposa virtuosísima de José para guardar las apariencias (¡menudo papel le asignaron al santo varón!). Resultó muy útil para la creación de un dios y de paso para forjar la antítesis de Eva y el  ejemplo a seguir para todas las mujeres.
Permitidme ahora que me detenga brevemente en una época concreta en la historia para mencionar un movimiento religioso, el Catarismo, que posibilitó una cultura en la que, entre otros muchos paradigmas que no voy a detallar aquí,   tanto hombres como mujeres reciben una misma consideración. Se desarrolla en el sur de Francia, en la Occitania  y áreas de influencia,  y contribuye  al desarrollo de una cultura  que confiere a la mujer una entidad individual, visibilidad social y jurídica, voz propia y libertad sexual. La Cruzada contra los Cátaros, considerados herejes por la Iglesia Católica, pone fin a esta forma de entender el mundo y la posterior instauración de la Santa Inquisición velará por ello, entre otras cuestiones. El mayor auge del Marianismo sobreviene, sospechosamente según mi criterio,  inmediatamente después de  esta Cruzada. El ideal de mujer a partir de ahora tendrá como modelo a la Virgen María y a las santas mártires, castas  todas ellas, por supuesto.
Eva, creada a partir de Adán, instigadora del pecado; María, mujer sencilla y madre, pero desprovista de cualquier otro atributo que pudiera quebrantar la condición de  dios de su hijo. Amén.
Una última consideración,  ¿habéis oído hablar de Lilith? No  busquéis su nombre en el Génesis como hice yo inocentemente, pero buscarlo. Aunque sea en la Wikipedia.     





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