LA FILLA DE LILITH
No hace
tantos años que oí hablar por primera vez de Lilith. La primera mujer formada al
mismo tiempo que el primer hombre, en el mismo acto de creación. Inocentemente,
cogí entonces la Biblia de casa para ver si en aquellos tiempos en los que estudiábamos
Religión e Historia Sagrada algo se me
había pasado por alto o, ya puestos a pensar,
si nuestros profesores algo habían
querido pasar por alto. No es necesario aclarar que en el Génesis no figuraba
el nombre de Lilith. Eva fue la primera mujer y además creada a partir de la costilla
del primer hombre, Adán.
La novela de Glòria Sabatér, La filla de Lilith, nombre que también utilizo como título de este
comentario personal, empieza con estas significativas palabras ahora ya reconocidas:
“Al sisè dia, Déu va crear l’home, a imatge seva; creà l’home i la dona i els
beneí”. Y continúa esta historia de la creación entretejida con las restantes
páginas del libro para que la tengamos presente en la lectura y para reforzar el
argumento. La naturaleza de Lilith persiste en la mente del lector a lo largo
de todo el relato, seduce su rebelión ante toda jerarquía que intenta someter
su voluntad y deslumbra la evolución mágica
de su condición. Persiste en la mente de cualquier lector, es cierto, pero
sobre todo en la de las lectoras que en su día rezamos La
Salve, culpabilizadas y sumisas hijas de Eva.
Con La filla de Lilith, la novelista Glòria
Sabatér nos sumerge en un ambiente pleno de sensaciones. Unas veces son las agradables
que nos despiertan los olores del vino caliente que el bibliotecario del
monasterio de Santa Anna ofrece a Deulosalva, o del reconfortante caldo de
gallina que María la remeiera obliga a beber a Gueraula, o del solo imaginado de la desconocida salsa
salvatgina que acompaña la carne asada preparada por Francina, o de la canela, el
jengibre y la nuez moscada. Y el acogedor calor del fuego que guarda el sueño o
el desamparo, y los sentimientos de amor y deseo que sienten los enamorados, María y Marçol, Hasday y Gueraula,
desde la distancia. Otras son las turbadoras que causan la pestilencia de la muerte y la miseria de las calles de una Barcelona
medieval, las gélidas del omnipresente frío, las del miedo a lo que no se
conoce ni se entiende, pero sobre todo las de la permanente oscuridad. La
oscuridad física pero también la oscuridad de los prejuicios, la del odio, la ambición, la
incomprensión hacia lo diferente y la de las identidades reprimidas. Sí, el
odio a los judíos que padece Hasday y su familia, la ambición de Sibil-la de
Fortià y mossèn Renovard, el amor oculto
y reprimido de Rahel y Wal-lada. Cada
sensación nos remite a un personaje o a un momento de cada una de sus historias
personales, su pasado y su presente, causas y consecuencias que concurren en la
construcción del argumento. Un argumento inquietante que tiene como punto de
partida el descubrimiento de unos asesinatos espeluznantes que se advierten como demoníacos en una sociedad medieval, y explicables humanamente en la mente científica del mestre Marçol.
María la remeiera (“una dona feta de terra, aire i foc”) también da valor a las
señales y marcas que ha dejado la mano del hombre, y a la experiencia, pero no
rechaza lo sobrenatural. Sabe que hay cosas que se le escapan a la razón y las
acepta como parte de la existencia, de la realidad absoluta. En estos dos
personajes se concentra el tema que yo considero uno de los principales de la
novela: dos maneras de mirar el mundo que se unen para encontrar la verdad, en
este caso el esclarecimiento de los asesinatos. El otro gran tema es la
reivindicación de la identidad femenina, su pensamiento, su sexualidad y su más
íntima autonomía.
La filla de Lilith concentra en sus páginas
el misterio, los conflictos religiosos y sociales de una época, y las pasiones
intemporales del amor, la ambición y la maldad. Es también una historia de
mujeres, mujeres lastimadas y quebrantadas que toman caminos distintos según
sean sus anhelos, la gestión de su dolor y su condición más íntima. Y, por
último, es la manifestación de que es
necesario que las diferentes formas de ver el mundo confluyan en cualquier
tiempo, en cualquier lugar para desvelar
la auténtica realidad que envuelve al ser humano.
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